¿Cultura es comunicación?

Siomara Salmerón. La música representa históricamente una de las más fieles manifestaciones −inherentes a la condición humana− correspondientes a varias de nuestras necesidades esenciales que se sintetizan a través de un solo proceso: la comunicación.
Recuerdo haber tenido la oportunidad de reflexionar, a partir de conversaciones y lecturas sobre humanidades, acerca de la posibilidad de considerarnos sistemas. Esto significa que individual y colectivamente podemos definirnos, percibirnos, pensarnos como conjuntos: en el sentido individual somos, cosmológicamente, una cantidad infinita de información complementaria y en constante movimiento, agrupándose activamente a través del acercamiento social, aunque también lo hacemos pasivamente y una de las funciones que ejercemos a través de ello es la exploración propia. La dinámica comunicativa tiene lugar a partir de nuestro ámbito interno hacia el exterior, y también a la inversa. Es por eso que en ella nos permitimos en cierta medida el autoconocimiento. Figurando la captación, interpretación e integración de la información que recibimos, como una parte de este proceso a la cual podemos llamar racionalización, hallaremos que esencial en la dinámica comunicativa es la exteriorización. Hacer visible ante otros lo que estamos viviendo o vivimos en el pasado es, en particular forma, fundamental para visibilizar también ante nosotros mismos parte de nuestra identidad que solo tiene lugar en la expresión.


Hace algunos años, compartiendo en familia || De mi archivo personal

Podemos abordar el lenguaje verbal para considerarlo como una referencia de los órdenes dentro de nuestros sistemas de signos, así como lo es la expresión corporal. La finalidad de reflexionar al respecto es reconocer nuestros canales de expresión y saber que juntos comprenden nuestros símbolos de expresión.

El fundamento de la creación se asienta en el ser mismo, por eso cuando actuamos como creadores artísticos casi siempre tenemos un centro y una dirección no necesariamente identificables. Su identidad parte del cúmulo de información al que respondemos; esa respuesta es quienes somos. De ahí comprende la antopología simbólica que surge la consciencia propia que permite reconocernos y reconocer quiénes somos, pues dentro de ese cúmulo hay información que asumimos interna, y que por lo tanto nos pertenece; otra es externa y es aquello a lo que nos gusta responder: ambas son propias aunque mucha de ella esté en constante cambio.

Yo diría que hipotéticamente la cultura es un flujo armonioso de información, y es interesante que quienes tenemos el placer de explorarnos a través de la música podamos acercarnos a cómo pudo haber sido el origen de todo lo que es hoy la humanidad mientras cultivamos nuestra conexión con los instintos expresivos que rigen nuestros vínculos sociales.

Creo que la música nos ubica dentro de contextos o nos liga a ellos, y en ese sentido somos capaces de asimilarla y reproducirla. Nacemos con la capacidad natural de encontrar un sentido respecto a ella, aunque en principio ella haya surgido como un reflejo de autoexploración que encontró su forma en nosotros en la medida que la entendimos como herramienta comunicativa.


Antiguo arte urbano (Cumaná, 2017) || De mi archivo personal

La integración de la cultura −como ámbito− a nuestra matriz de identidad es hoy día un tema de relevancia a nivel global. Todos los que alguna vez nos hemos perdido entendemos lo importante que es saber cómo encontrarnos, y la cultura no puede ser pilar de sociedades que no saben dónde buscarla. Quienes aseguran que la fuente de esa identidad está narrada en la historia podrían estar dejando de lado que mucho de lo que somos, la mayor parte, la que realmente ha perdurado, según los etnólogos-folkloristas, se transmite verbalmente, que está estrechamente enlazada a las prácticas que han permitido la subsistencia de sociedades y que se transforma con el tiempo sin dejar de ser la misma en esencia. Dicen también que está en los pueblos, sin ebargo ellos se refieren a que permanece donde el cambio no es la alternativa dominante como ocurre en las metrópolis. Yo creo que Cumaná nos ha demostrado ser la alternativa dominante. Creo que esa historia estamos haciéndola.

Yo me siento comprometida con la defensa y el fortalecimiento de todo lo que, a través del arte, me ha permitido sentirme más yo misma y no dejar de sentirme cumanesa. Mi búsqueda en la práctica y el estudio de la música me ha llevado, y traído a UNEARTES, a formularme a mí misma mediante códigos que trascienden mi identidad. Mucho de lo que la música puede decirme habla más claramente en estos días cuando lo hace a través de lo tradicional, y es una de mis expectativas sentirme igual que se siente la vida cuando parece que todas las piezas contaran algún aspecto o sentido de la mía misma.

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