"Una gotita de vida": Mi historia
"Este es un cuento que escribí inspirada en mi perspectiva del mundo en que vivo, que me ha acompañado desde que soy muy pequeña, y que con el tiempo he aprendido a valorar conscientemente como la fuente de mi vocación artística. Está narrado en tercera persona, porque solo yo sé que la protagonista soy yo".
Siomara Salmerón
Todas las
madrugadas lluviosas eran diferentes, pero cada vez que llovía ella hacía el
mismo recorrido. Le gustaba caer en el hermoso verde de las hojas de las
grandes malangas, y pasar un largo tiempo en el trayecto, oscilando entre las
nervaduras que se atravesaban desde que caía hasta acabar en los ápices. A veces no
tenía que fluctuar; caía justo en el centro y descendía rápido hasta
desprenderse y acabar en los charcos.
Lo que le
gustaba era que una vez que estaba ahí podía verlo todo. Veía la claridad
escurrirse poquito a poco y penetrar en el follaje hasta dorarlo todo, también
veía la coreografía agitada, de golpeteos y soplidos, causada por la tormenta
mientras ésta duraba. Era mucho lo que podía ver en tanto el día aclaraba.
Cuando ya todo era
luz y el aire había calentado, podía sentir los vapores retorcer las partículas
y elevarlas hasta las copas, posarse en las superficies, volverlo todo un
inmenso prisma.
Un día calló en
la base del folio de una cala, y rodó por todo el tallo rapidísimo. Sintió cómo se hacía
infinito, y era que iba dejándose a gotitas pequeñísimas por toda la bajada: como se hacía ella misma más pequeña creía que el camino nunca acababa... Entonces cuando
estaba a punto de tocar el suelo y ya no pesaba nada, se quedó suspendida escuchando la orquesta de la selva.
De repente
sintió una sacudida que la hizo sucumbir a la gravedad. Así se adentró en el
suelo y sintió magnetismo halándola hacia los pies de la planta; no sabía qué
pasaría después, y por eso se concentró en disponer de toda su atención. ¡Esto
no quería perdérselo!
Toda su
esfericidad fue atravesada por miles de haces eléctricos que polarizaban sus extremos: inmediatamente fue absorbida por decenas de fríos filamentos. Su cuerpo
estaba ahora dividido en muchísimas partículas.
Rodaba por los
tallos en ascenso hacia las ramas, hidrataba folios y estimulaba yemas por
doquier, a la vez que era exudada y nuevamente se adhería a los limbos de
las calas. ¿Había dejado de ser ella misma al estar regada por el cuerpo de
esta planta? De todos los cambios que vivió alguna vez, éste era el más
impactante.
Sus viajes
siempre habían acabado volatilizándola y transformándola en presión, pero esta vez se
encontraba dentro de la vida misma, y el camino que la había llevado allí le había mostado solo una de las vías en las que los delicados procesos naturales convengen y permiten el equilibrio de aquella magestuosa frondosidad tropical que ella amaba y en la que disfrutaba tanto estar.
"La vida se presenta como una secuencia, aparementemente lineal, de experiencias y emociones. Pero si un día algo cambia, y ya no somos quienes fuimos, y tampoco quienes pensamos que seríamos alguna vez, quizá tengamos la oportunidad de ver que somos un enorme conjunto de framentos cada uno formando parte de algo valioso, ¡y nutritivo!"
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